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Destrucción de la Primitiva Imagen

Nuestra Patrona
destrucción de la primitiva imagen y realización de la actual



(Publicado en la Revista Farua  -Revista del Centro Virgitano de Estudios Históricos-, nº 3 [Almería, 2000], pp. 199-216)Antonio Campos Reyes



En 1588 Juan de Santa María y Domingo de San Juan fundaron el santuario de la Patrona de Berja, en el despoblado paraje de Pixnela, constituyendo este instante la génesis de uno de los santuarios marianos más antiguos, y de mayor fervor popular, de la provincia de Almería. Tan pronta y profunda fue la devoción de los vecinos de la villa por esta bendita imagen, que en 1592, una vez que los ermitaños decidieron abandonar la localidad para ingresar en una orden religiosa, el pueblo de Berja solicitó a sus fundadores la cesión de la imagen y la ermita, a cambio de una limosna. Dicha cesión se formalizó mediante escritura pública el 9 de diciembre de ese mismo año. Desde esta lejana fecha la imagen y la ermita son propiedad del pueblo, que con cariño y esmero ha cuidado celosamente de ellas.
En el acto de cesión se constituyó la Hermandad de la Virgen de Gádor, que pasó a hacerse cargo de la imagen y de todo lo relacionado con la organización de los cultos en su honor. No obstante, el enorme prestigio que daba la imagen, la hizo ser muy pronto el centro de atención de las instituciones más importantes, Iglesia y Concejo, ávidas de controlar todo lo relacionado con el mayor signo de identidad de la comunidad virgitana. De esta forma “…se sabe por constante tradición oral y escrituras inéditas, que desde los primeros tiempos (…) el Ayuntamiento de Berja ejercía una piadosa tutela sobre la naciente iglesia”. Este tutelaje concejil constituyó un modo peculiar de gobierno del santuario, denominado Patronato Municipal. La figura institucional suponía la aprehensión por parte del concejo de la villa de gran cantidad de competencias sobre la patrona, desde la organización de sus fiestas hasta el nombramiento de los capellanes del santuario. En suma, el órgano municipal se erigía en garante y tutelar de la soberanía del pueblo sobre el santuario y la imagen.
Este papel consistorial se ha prolongado a lo largo de los cuatro siglos de devoción a la Virgen de Gádor, aún en las épocas más laicas. Fiel reflejo de ello es lo ocurrido durante la II República: El 17 de febrero de 1932 el ayuntamiento celebró un pleno, en el cual se trató si procedía o no el asistir oficialmente a la procesión de la Virgen de Gádor que tendría lugar el día 21 del mismo mes. Los concejales asistentes (que no fueron todos) acordaron por unanimidad que sí procedía, por lo que presidieron con carácter oficial el cortejo religioso. El mismo día de la procesión, algunos de los ediles ausentes del pleno denunciaron el acuerdo de éste al gobernador civil, quien envió un telegrama amonestando al alcalde, D. Jerónimo Villalobos, para que no asistiese. Éste manifestó no haberlo recibido a tiempo, pero aún así contestó al día siguiente a la autoridad provincial defendiendo la legitimidad de su actuación, y alegando en su favor que “…dejar de rendir este culto sería faltar a las obligaciones contraidas e interrumpir una antiquísima tradición que no podría hacerse sin grave alteración del orden público”. Con relación a los denunciantes, el alcalde manifestaba que “…si algunos concejales presentaron la denuncia a que su telegrama se refiere no se atrevieron, a pesar de haber sido citados para ello, a hacer pública su protesta en la sesión, porque hubieran merecido el reproche y antipatía de sus electores, que con entusiasmo y en número extraordinario, mayor que otros años, y con orden y devoción ejemplar asistían a dicha procesión”. Pocos meses después, el alcalde era cesado en su puesto por el gobernador civil, imputándole, entre otros cargos, “…la condescendencia con los elementos católicos para autorizar procesiones”. No obstante, el ayuntamiento siguió permitiendo las fiestas patronales durante la república (incluso tras el triunfo en febrero de 1936 del Frente Popular), además de sostener los gastos de culto de las mismas.

La primitiva imagen, su destrucción y el saqueo del santuario

La imagen que trajeron los ermitaños era “…una figura de talla de Nuestra Señora con sus bestiduras de altura de poco más de media bara de alto”, a la que éstos dieron el nombre de Ntra. Sra. de Gádor, por encontrarse al pie de la sierra del mismo nombre. La imagen de la Virgen era de las denominadas de candelero, ataviada con el clásico rostrillo de oro, y completada en su conjunto iconográfico con el Niño Jesús, que estaba totalmente tallado y policromado, y que también era vestido. La imagen, con una encarnadura de tez bastante morenita, tenía una expresión solemne y mayestática, poseía un “…dulce sonreír de madre y serenísimo mirar de reina”. Las manos estaban abiertas, sujetando el cetro en la derecha, y abrazando al Niño con la izquierda. Sobre la procedencia y el autor de la imagen, la historia no ha querido dejarnos ninguna pista.

Durante casi cuatro siglos Berja fue escribiendo la historia de un amor imperecedero de todos a su madre. Así se atestigua por los innumerables donativos y ofrendas que se hicieron a la venerada imagen y a su santuario, muy especialmente durante los años veinte de éste siglo. Así pues, fruto de la piedad popular, y antes de su destrucción en la guerra civil, el santuario de la Virgen de Gádor se había convertido en un auténtico tesoro espiritual y artístico, que albergaba en su interior gran número de obras de arte y, sobre todo, el corazón de los virgitanos.
Durante casi cuatro siglos Berja fue escribiendo la historia de un amor imperecedero de todos a su madre. Así se atestigua por los innumerables donativos y ofrendas que se hicieron a la venerada imagen y a su santuario, muy especialmente durante los años veinte de éste siglo. Así pues, fruto de la piedad popular, y antes de su destrucción en la guerra civil, el santuario de la Virgen de Gádor se había convertido en un auténtico tesoro espiritual y artístico, que albergaba en su interior gran número de obras de arte y, sobre todo, el corazón de los virgitanos.




Aunque durante la II República fueron quemados en nuestra patria numerosos conventos e iglesias, como fue el caso de la vecina localidad de Adra, en Berja el advenimiento de la república no supuso una alteración significativa de las seculares relaciones del Ayuntamiento con la Patrona. La única excepción fue la expresada anteriormente sobre la asistencia a las procesiones, que motivó la intervención del alcalde republicano, D. Jerónimo Villalobos, a favor de la continuidad de la tradición. Así pues, el anticlericalismo en Berja no llegó a tener una gran magnitud hasta el comienzo de la Guerra Civil. Fue entonces cuando se produjo la persecución y asesinato de sacerdotes; el saqueo y quema de los templos parroquiales, y el santuario de la Patrona. Estos hechos luctuosos e incontrolados hicieron desaparecer masivamente los símbolos religiosos, muchos de ellos auténticas obras de arte que el pueblo había atesorado durante siglos, y que serían ya imposibles de recuperar.

Las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios, que se habían establecido en 1930 en el santuario, ante el cariz que iban tomando los acontecimientos virgitanos, pocos días antes de estallar la contienda, se vieron obligadas a abandonar el convento y refugiarse dispersas en Almería, ocultando su condición de religiosas.

Al poco del alzamiento militar, el 28 de julio de 1936, intuyendo los hechos que al día siguiente ocurrirían, dos miembros de la Comisión Gestora del ayuntamiento de Berja, D. Juan Cabrera y D. Antonio Estévez, requirieron al Notario D. Lorenzo Valverde para que inventariase los objetos de valor que hubiera en la ermita. Personados en el santuario a las tres de la tarde, y acompañados del sacerdote D. Diego Cara, además de los vecinos del pueblo D. José Imberlón y D. José Parrón, dejaron constancia detallada de todo cuanto allí había. Según el acta de aquel día, la imagen de la Virgen se encontraba desprovista de la inmensa mayoría de sus joyas, y los pocos adornos que ostentaba eran de escasa importancia y valor, en su mayor parte de plata.Al día siguiente de realizarse el inventario, la tarde del 29 de julio, los exaltados saquearon y quemaron todo cuanto encontraron en el santuario, realizando una pira en la explanada de la ermita con los retablos e imágenes hallados en ella, coronándola con la bendita imagen de la Virgen de Gádor. De este modo terminó una bellísima obra de arte realizada en el siglo XVI. Triste final para una imagen ante la cual, generaciones y generaciones de virgitanos, se postraron para suplicar, para pedir consuelo, para encontrar paz, para dar gracias. ¡Cuanta sinrazón hubo en estos desalmados!. Hasta tal extremo llegó su odio, que no alcanzando a destrozar la pintura de uno de los milagros de la Virgen, que se encontraba en uno de los medallones del centro de la bóveda, le dispararon varias veces para intentar infructuosamente destrozarla.

A partir de este deleznable acontecimiento, y hasta el final de la guerra, cualquier vestigio de lo que antaño fue un centro mariano de primer orden, se anuló como tal: el santuario quedó convertido en corral de ganado; el convento en cuartel de las milicias; y hasta la casa del capellán fue ocupada en 1937 por un particular.

Como ya hemos indicado, en el momento del asalto al santuario la imagen de la Virgen ostentaba muy pocas joyas, pues la mayoría de éstas eran custodiadas tradicionalmente por la Camarera Mayor, y sólo se le colocaban durante las bajadas al pueblo. Si embargo, lo cierto es que, pocos días después, el joyel de la patrona estaba en manos de la Gestora Municipal. Desconocemos el modo en que se apropió de ellas, tal vez se encontrasen en el santuario cuando se realizó el inventario, retirándolas sin más, y no asentándolas en el acta; o tal vez, las joyas le fueron requisadas a la Camarera Mayor. Sea como fuere, la Comisión Gestora depositó el joyel de la patrona en la sucursal del Banco Español de Crédito el día 24 de agosto. Cuatro meses después, inexplicablemente la misma comisión las había retirado del Banco, desconociéndose a partir de este momento su destino. Las únicas piezas antiguas que tras la guerra se incorporaron a la nueva imagen, fueron unas pocas custodiadas por una devota.

En los tres siglos y medio que llevaba la Virgen en Berja, jamás se habían dado tres circunstancias tan lamentables: en primer lugar, el sacrilegio que supuso la destrucción de los símbolos religiosos; en segundo lugar, la incultura demostrada al destruir numerosas obras de arte, sobre todo la imagen del siglo XVI; y, por último, el robo de las joyas de la patrona, tesoro formado por las donaciones de sus devotos durante más de trescientos años.

La restauración del culto: la nueva imagen de la Virgen.

Transcurrieron más de tres años hasta que nuestra ciudad tuvo la dicha de contar con una nueva imagen de su Virgen de Gádor. La talla fue realizada en Granada por el afamado escultor D. Eduardo Espinosa Cuadros, quien conocía la hechura antigua de la Virgen, pues había confeccionado en 1926 un retablo para ella. La realización de la magnífica obra de arte fue seguida, o más bien dirigida, muy de cerca por el Canónigo Magistral de Granada D. Francisco González López, uno de los mayores devotos que ha tenido nuestra excelsa patrona, quien se preocupó por que su parecido con la original fuese lo más grande posible. El resultado fue la preciosísima imagen que actualmente se venera en la ciudad Berja, a la cual se incorporó un Niño Jesús antiguo, coetáneo del original. Dña. Soledad González Vázquez, viuda de D. Francisco Lupión, quien pocos años antes había costeado, junto a su marido, el retablo y las pinturas del santuario, costeó también la realización de la nueva imagen.

La celeridad y diligencia del canónigo González hizo posible que, al poco de terminar la guerra, Berja contase con una nueva talla de la Virgen de Gádor. El sábado 23 de septiembre de 1939 llegaba a Benejí la imagen. Había sido trasladada desde Granada en un vehículo ocupado por cinco sacerdotes. Entre ellos se encontraba D. Diego Cara Prados (una de las últimas personas que había visto la antigua imagen, horas antes de su destrucción), a quien le cupo la suerte de traer en su regazo la preciosa imagen. Después de vestirla y colocarla en las andas que provisionalmente se le hicieron, se organizó la procesión, durante la cual se rezó el Santo Rosario. De la cantidad de gente que acudió, nos da una idea la crónica que apareció en el diario Yugo: “…Desde la tradicional Ermita de Benejí a la Iglesia Parroquial de Berja, habrá unos dos kilómetros de distancia, y puede afirmarse que las filas de devotos, que formaban la procesión triunfal de nuestra Milagrosa Virgen de Gádor, cubrían por completo dicho trayecto”.

La Patrona presidió el templo parroquial de La Anunciación hasta el día uno de octubre, fecha en que fue trasladada a su santuario, donde fue recibida con un magnífico castillo de fuegos artificiales. Allí la esperaban las religiosas, que habían vuelto el 5 de julio de 1939 a la que consideran la primera casa de su Congregación.

Aquellos que en 1936 intentaron borrar de Berja la devoción y el amor a su excelsa patrona, habían fracasado de manera estrepitosa. Así lo ponía de manifiesto dos décadas después, el entonces alcalde de Berja, D. Francisco de Paula Torres Godoy, en el Peno que acordaba solicitar la coronación canónica de la querida imagen. El edil se expresaba en estos términos:“…Hace algo más de veinte años, que un grupo de desalmados, borrachos de odio y envilecido su cuerpo y su espíritu, cumpliendo consignas de los enemigos de Dios y de la Iglesia, quisieron desarraigar de Berja el sentimiento de amor, de veneración y de fe, que los Virgitanos tienen depositados en la Excelsa Madre de Dios, María Santísima, haciendo desaparecer la Imagen de su Invocación, que por esta Región era venerada. Y para ello y por ello, no tuvieron escrúpulo en arrojar a una hoguera que formaron con los ornamentos Sagrados de la propia Ermita, la Imagen que nuestros antepasados habían venido venerando desde el siglo XV. Naturalmente que no consiguieron su propósito, pues si bien es cierto que consumaron su demoníaca idea a mediados del año 1.936, (…) no es menos cierto que una vez liberada Berja, (…) el primer sentimiento de todos los Virgitanos fue el de hacer acto de desagravio y conseguir una nueva Imagen, que sustituyendo la destruida, simbolizara el sentimiento Católico de este pueblo”.
Poco a poco, todo volvió a su cauce normal. El Ayuntamiento ejerció otra vez –como había hecho incluso durante la república- su secular función de Patronato Municipal, haciéndose cargo de la organización de las fiestas y los gastos de culto a la Virgen de Gádor, así como del nombramiento de los capellanes. El joyel de la patrona se comenzó a formar con las primeras donaciones que se reflejan en el protocolo, y el arte vuelve a resaltar en el santuario. Todo es como siempre fue, hasta que desgraciadamente en 1991 la venerada imagen, magnífica obra de la gubia de Espinosa Cuadros, sufrió una penosa restauración en Granada a manos de Barbero Gor. Éste repintó la Virgen a su antojo, dejando extremadamente blanca la encarnadura; sustituyó sus manos (la derecha que era una mano abierta se convirtió en un puño cerrado que sujeta fuertemente el cetro); y la imagen del niño fue alterada sobremanera, tanto en la policromía como en la postura de sus piernas, que fue cambiada para poder sentarlo en la mano izquierda de la Virgen, en lugar de ir en su regazo como lo había hecho desde el siglo XVI. Ello nos impide, lamentablemente, disfrutar hoy de la maravillosa obra de Espinosa Cuadros que tantos avatares ha sufrido, y que nos hemos empeñado en historiar. La conservación de la policromía original debajo del último repinte, nos hace albergar la esperanza de que alguna vez –quiera Dios que sea pronto- la volvamos a ver en todo su esplendor y belleza originales.

El Protocolo 1 del año 1940



He aquí un interesantísimo protocolo notarial que fue levantado al término de la Guerra Civil por el notario de Berja D. Manuel García del Olmo. En él se describen, con todo lujo de detalles, los avatares de la destrucción de la imagen de la Virgen de Gádor, así como la realización y venida de la nueva talla. Sobre el mismo dirá el notario que se hizo “…habiendo procurado reflejar no el hecho escueto sino el más real y positivo entusiasmo y fervor de un pueblo por su Virgen”.

La lectura pormenorizada del documento, nos hace pensar que detrás del mismo estuvo la mano del insigne canónigo González López. Comparando las formas literarias utilizadas en el protocolo, con las numerosas obras que D. Francisco escribió sobre la Virgen de Gádor, resalta la gran similitud de estilo y elocuencia.

Para rubricar el documento, como secularmente ha ocurrido en los grandes acontecimientos que han afectado a la patrona, se produjo una confluencia de los máximos representantes de los poderes civil y religioso locales, así como de la Hermandad de la Patrona. El notario era un destacado derechista, no en balde fue nombrado el 21 de junio de 1940 alcalde de Berja. García del Olmo llegó incluso a ofrecerse voluntario para incorporarse a la División Azul, aunque finalmente nunca se incorporó a ella. Abandonó la alcaldía de Berja por su traslado a otra notaría, siendo con posterioridad designado para el cargo de Gobernador Civil de la provincia de Almería. En 1944 fue nombrado hijo adoptivo de Berja “…por su demostrado y arraigado cariño a este pueblo, conviviendo en él durante varios años de manera entrañable con sus habitantes, y sin que su ausencia de esta localidad haya mermado en lo más mínimo su devoción y el afecto que se le ha quedado siempre y en todo momento”. El Ayuntamiento acordó dar el nombre de García del Olmo a la antigua calle de la Iglesia. En los años ochenta la vía volvió a cambiar su denominación, pasando a llamarse “Salvador Dalí”.

D. Pedro Salmerón Sevilla, accedió a la alcaldía de Berja el 7 de abril de 1939, habiendo sido ya concejal del ayuntamiento durante la dictadura de Primo de Rivera. Su vida pública durante la II República había sido muy intensa: fundador de la Asociación Local de Padres de Familia; vocal de la asociación política “Unión Agraria”, vinculada a la C.E.D.A., y tesorero del Centro Republicano Demócrata de Berja.

El sacerdote que firma el documento, D. Luis Molina Megía, era originario de Paterna del Río, aunque su madre era Virgitana. D. Aquilino Godoy Ibarra, Hermano Mayor de la Hermandad de la Virgen, perteneció durante la república a la asociación política derechista “Unión Agraria”, era propietario en los años 30 del Colegio de 2ª Enseñanza, y en el momento de la redacción del protocolo ostentaba el cargo de concejal del Ayuntamiento, del que fue en varias ocasiones alcalde accidental. La última firmante, Dña. Isabel Álava Murillo, fue Camarera Mayor desde la llegada de la imagen hasta el 15 de abril de 1940, fecha en que cesó. Era viuda de D. Lorenzo Villalobos Gallardo –propietario de una imprenta-, además de Directora del Hogar Infantil y máxima responsable en Berja de la Sección Femenina.

En el documento aparecen otras muchas personas que intervinieron en algún momento en los asuntos relacionados con la destrucción de la antigua imagen y la realización y venida de la nueva. De entre ellos destaca sobremanera el Canónigo Magistral de la ciudad de la Alhambra, D. Francisco González López, del que nos atrevemos a decir que tal vez sea uno de los mayores devotos que ha tenido en este siglo la Santísima Virgen de Gádor y, sobre todo, su mejor propagandista y apologeta. La patrona de Berja fue el centro de su vida, por y para ella trabajó siempre incansablemente. Fiel reflejo de ese amor, son las palabras que escribió en la novena de 1928: “…Virgen Santísima de Gádor, ¡bendita seas!. Que para Ti sea siempre mi vida, toda mi alma. Que tu nombre sacrosanto vaya grabado indeleblemente en mi pecho… Que llegue a amarte tanto… tanto… que muera yo de amor”. A pesar de la relevancia de este personaje, no nos extenderemos en lo referente a él, pues se ha publicado ya en esta revista una bien documentada biografía suya.

En el protocolo se relacionan también los presbíteros que ocupaban el vehículo en el que fue trasladada la talla desde Granada. El cortejo estaba formado por cinco sacerdotes, de los cuales cuatro eran virgitanos: El canónigo González; D. Diego Cara Prados, párroco de La Alquería de Adra; D. Fausto de la Chica Jiménez, arcipreste de Berja; y D. Fausto Sánchez Torres, capellán de Ntra. Sra. de las Angustias de Granada. El único sacerdote no virgitano era el Padre Saravia, rector del santuario de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro de Granada, quien pertenecía a la orden de los Padres Redentoristas.

Destacamos también como anécdota, que en el documento figuran otras personas que han recibido los favores de la Virgen de Gádor. Tal es el caso de Dña. Asunción Enríquez, que aparece en el documento donando varias joyas a la Virgen, y que ese año también formaba parte de la Hermandad. Esta señora había sido objeto de una curación milagrosa, debida a la aplicación de un pedacito de manto de la Virgen de Gádor en un oído que tenía enfermo. Su padre, D. Juan Enríquez, a la sazón registrador de la propiedad en Alicante, daba fe de ello el 27 de diciembre de 1921 en una misiva.

Para realzar tan histórico e importante documento, se contó con la colaboración del artista virgitano Miguel Salmerón Pellón, que dibujó la carpeta que albergaría el protocolo.

Así pues, el documento que hoy transcribimos posee un gran valor histórico y sentimental, para todos cuantos tenemos la inmensa suerte de haber nacido y vivido bajo la maternal mirada de Ntra. Sra. de Gádor. Al igual que el documento firmado en 1592 por los ermitaños y los representantes de los vecinos, el protocolo uno del año 40 marca el comienzo de una nueva etapa, en este caso de restauración, para la secular devoción de los virgitanos hacia la que es su Madre, la Virgen de Gádor. **********************************************************************

Acta relacionada con la nueva imagen de la Santísima Virgen de GádorNUMERO UNO
En la ciudad de Berja, a uno de enero de mil novecientos cuarenta. Año de la Victoria.

Ante mí, MANUEL GARCIA DEL OLMO, Abogado, Notario del Ilustre Colegio de Granada, con residencia en esta, capital de su distrito.

COMPARECEN
DON PEDRO SALMERON SEVILLA, Alcalde Presidente de este Ayuntamiento.
DON LUIS MOLINA MEGIA, Cura Regente de la Iglesia Parroquial de la Anunciación, de esta ciudad.
DON AQUILINO GODOY IBARRA, Hermano Mayor de la Junta de la Santísima Virgen.
DOÑA ISABEL ALAVA MURILLO, camarera y depositaria de las alhajas de la Virgen.

CONCURREN con la representación de los cargos que ostentan. Y yo, el Notario, previas las necesarias comprobaciones y para noticia exacta de las generaciones futuras hago constar:

PRIMERO
Por escritura de 9 de Diciembre de 1592, ante el escribano Francisco Ruiz y por los ermitaños Juan de Santa María y Domingo de San Juan, fue cedida la venerada Imagen de Nuestra Señora de Gádor a la ermita de su nombre.
Desde dicha fecha hasta nuestros días, la devoción y el amor por su Patrona, han constituido, a través de los tiempos y generaciones, como una corriente vivificadora que llena toda la vida de Berja, que forma su sustancia plena y constituye su significado histórico.




Amor continuo que, en su lenta aportación de días y días, ha hecho la tradición virgitana y ha modelado su figura en los tiempos; ser el pueblo de la Virgen. Berja la Bien Amada por Nuestra Señora.
Y, aunque unido por lazos de amor a esta ciudad, por extraño, soy testigo imparcial. ¡Qué profunda impresión se siente, en efecto, comprobando en todos los momentos de su pasado y de su presente, la existencia de esa a modo de valoración fija de sus actos, que los llena de sentido!. ¡Qué constancia de enamorado y que hondos detalles de fervor inconmovible, historia de un amor imperecedero de todos a su Madre.
Todos. Altos y bajos, porque al lado de los apellidos pudientes también figuran en las filas de honor esos modestos nombres que nada dicen.
Y así, y sea este el primer dato de la historia. Ante el que autoriza y al recaudar fondos para el culto, en una de las calles de la ciudad, se detuvo un pobre, tuvo un mirar humilde y rebuscando afanosamente en su mugrienta ropa depositó en mi mano una moneda de diez céntimos, con estas palabras de oro: ¡Para la Virgen! ¡Qué profunda emoción y que hálito de cosa pura lo llenó todo. ¿Quién era, de qué vivía, cuantos eran sus dolores, sus pobrezas?. Seguramente iría achacoso por las calles, reuniendo trabajosamente, su donativo y, luego, con el temor de los Santos Ingenuos vino calladamente a entregar la ofrenda. Tembló su mano y quizá por primera vez sintió el rubor de su pequeñez. Pero tal vez sentiría un gran sosiego porque todas las Mieles del Corazón de la Madre fueron ese día para su pobrecito hijo menesteroso.
Y ante todo esto nada importa la negación loca de unos un momento. Berja no es un individuo, ni una generación ni una autoridad, sino todos los individuos, todas las generaciones, toda la raíz de su autoridad; y todos esos elementos forman su tradición milenaria y dicen claramente cual es su Tesoro. Y la Santa Sonrisa de su Sagrada Imagen es como su mejor y única enseña.
Y llegó esa negación loca. El 18 de Julio de 1936 estalla la guerra. Franco, el Caudillo, recoge a España y la salva, pero queda esta tierra en desgraciado poder de los rojos.
La turba ebria y feroz, lo irrumpe todo y todo lo mancha. Una de sus tardes, la Bestia enloquecida, asalta la Iglesia Parroquial. Suenan las campanas en un repique siniestro de “Misa Negra”; el templo es volcado, derramado, expoliado. Incendian retablos, profanan imágenes, arrastran ornamentos, rasgan misales y el órgano, con un quejido inmenso, muerte de gigante, lanza su postrer sonido y es echado a tierra. El polvo, el estruendo, los disparos contra los símbolos religiosos, excitan a la plebe que grita hasta enloquecer (sic).
Y una miliciana, impúdico el rostro, cubre su cuerpo con un alba, crúzase la estola al pecho y entona en la calle la horrenda parodia de una letanía, que sigue un coro de salvajes.
Pasan las horas. La Bestia se cansa y duerme pero aún no está satisfecha.
Y en el remanso de paz de la ermita la Virgen espera. La Iglesia Parroquial ha sido buena presa, pero faltaba la Patrona, suprema tentación de los sin Dios.
¿Y como está en su Imagen sonriente, en estos sus últimos momentos?. En acta extendida en 28 de Julio de 1936 por mi compañero de residencia D. Lorenzo Valverde Plaza a requerimiento de ciertos gestores municipales, para inventariar los objetos de “valor” que existieran en la ermita, se describe hallarse en el camarín “La Imagen de la Virgen de Gádor, vestida con manto de raso verde rameado, con delantal de raso blanco bordado en hilo de oro. Corona de la Virgen y del Niño, ambas de plata con piedras falsas y rodeada al cuello de la Imagen de una cadena fina con medalla de oro de la misma imagen; una cadena mayor, al parecer chapada en oro con cruz hueca chapada, un collar de perlas artificiales, una cadena y cruz de metal dorado, una media luna de plata dorada, un cetro de la Virgen de plata maciza y otro más pequeño del Niño de plata dorada”…¡Qué siempre gusta conocer como se fue para siempre de nuestra vista lo que tanto queríamos!.
El estruendo, el alcohol, la orgía, la indisciplina, el robo, las continuas invitaciones al crimen de la radio roja, todo excita a la plebe. Tambaleándose, congestionada de odio, sube a la Ermita. Es el 29 de Julio de 1936.
Va cayendo el día. Allá, en lo alto de la sierra, pone el sol sus panes de oro bermejo; se obscurece el ocre de sus tierras y un manto cuaresmal, color violeta, cubre la vega; en la cumbre más alta de Sierra Nevada, brilla la luz del día en un último momento enrojece la nieve, con beso de sangre.
Por el camino de las adelfas se oye rumor de gente. Es la hora de las tinieblas y el reino de la brutalidad. La gentuza murmura y bulle. Y llegan. Y asaltan. Y forman la pira inmensa del Santo Sacrificio. Todo es poco: altares, imágenes, cuadros, muebles… todo se arroja a la inmensa hoguera. Hay un silencio. Suenan unos golpes secos y profundos, se derriba una puerta y un clamor de voces satánicas, como de una Comunidad blasfema, saluda a la imagen sonriente de la Virgen.
Crepita, con quejidos humanos y dolientes, entre llamas un crucificado y, con impulso feroz, que quiere llegar hasta Ti, lanzan tu Imagen al Santo Sacrificio. Suenan unos disparos, salvas de tu muerte.
Las llamas cercan, rodean, envuelven tu Imagen y con ella, arden las lágrimas de dolor que Tú purificaste, y las miradas de ardiente amor, que tostaron tu cara, de generaciones y generaciones, que pidieron sin cesar por el que muere, por el que enferma, por el que lucha; y los corazones que te agradecieron la vida, la salud, el arrepentimiento, la fe, la prosperidad… y la inocente mirada de nuestros hijos…. y el temblor emocionado de nuestros padres… Es tu Corte de Amor que arde contigo…
A lo lejos, aúlla un perro. Disimulan tus enemigos, con forzadas risas, el miedo repentino. Deslízanse, como víboras que han mordido por la cuesta abajo. Se pierden por la revuelta….
Una patética soledad envuelve a la Ermita y a la Explanada del Sacrificio. Lentamente una negra columna de humo lo invade todo…. saltan, blancas y luminosas, unas chispas…, juegan a ser luz y mueren…. Arriba, muy alto, pálido en inmaterial, como extraño al mundo el cielo azul. Y en él, más puras y cristalinas que nunca, cantan las voces celestiales…
¡Tú honorificencia populi nostri!

SEGUNDO

Siguió viviendo la Patrona, en el corazón de sus hijos, y durante los tres años de horror alucinante, los acompañó en sus peligros, sus vejámenes, en sus cárceles, en sus martirios, y también en sus esperanzas, y en su ilusión de victoria.
En la superficie que pisaban los sin Dios, los creyentes labraron nuevas catacumbas y, en algunos hogares, ante tu imagen fueron elevados, en sublime oblación, Hostia y Cáliz consagrados.
También los incendiarios se ocuparon de Ella. Sus manos codiciosas escogieron lo que más estimaban y el 24 de Agosto de 1936, como resto de rapiña, depositaron en la Sucursal en esta Plaza del Banco Español de Crédito “Un estuche que contiene un peto de oro con trece brillantes e infinidad de diamantes y otras piedras; un rosario de oro grande, con su cruz correspondiente; un rosario de oro con cuentas de perlas; una diadema de oro con diamantes y dos alfileres de oro; dos relojes de oro; seis cadenas de oro; una cruz de oro; una cadena grande de oro; un collar de perlas pequeñas; catorce sortijas; una pulsera de oro; un alfiler de pecho de oro; un collar de oro con medallón; un alfiler broche de oro; dos rosetas pendientes de oro; dos cadenas de oro grande con sus cruces; dos diademas de plata, cinco coronas de plata…”.
Posteriormente, esto fue retirado por los mismos dirigentes rojos. ¡De la herencia de la Virgen, cada cual tomó la parte que le correspondía!

TERCERO

Y llega con el 29 de Marzo de 1939, la liberación definitiva, y con ella, la certeza de lo que aún se dudaba por algunos: la destrucción de la Imagen.
El amor de los virgitanos se planteó desde los primeros momentos del problema de la más exacta reproducción de la virgen de Gádor. La situación económica es difícil y la empresa costosa.

Pero en Granada, hay unos hijos amantísimos de la Virgen y bien pronto el rumor se hace noticia cierta.
Por encargo de Doña Soledad González Vázquez, viuda de Don Francisco Lupión Lupión, mártir de los rojos, se procede, costeada por ella, a tallar y reproducir los más fielmente posible, la Imagen de la Señora y Madre María Santísima de Gádor.
Un hijo amantísimo de ella, Don Francisco González López, Canónigo Magistral de la Santa Iglesia Catedral de Granada, acucia la obra, vigilante y atento a la más exacta reproducción.
Se tienen presentes dos fotografías: una hecha por el Sr. Lasso de la Vega, magistrado que fue de la Audiencia de Granada y otra sacada en Berja, solamente del rostro de la antigua imagen.
Es imaginero Don Eduardo Espinosa, con domicilio en Granada, en la calle Jesús y María, once.
Se labró primeramente en barro y después de múltiples retoques se pasó a la madera. Esta es de pino finísimo, y la Imagen, ya terminada, tiene una altura de noventa y cuatro centímetros.
Durante este tiempo, el taller del imaginero es punto de reunión de cuantos virgitanos visitan Granada, y la ciudad entera reclama a su Patrona.
No importa la falta de sus andas, ni el pueblo puede esperar al remate de esta empresa; se quiere a la Virgen.
Y por fin, con breves días de anticipación, se anuncia la llegada. El sábado 23 de Septiembre será la Virgen traída a la Iglesia del barrio de Benejí, para desde allí, organizar la procesión.
En los primeros momentos, algunos espíritus vacilaron ante el temor de que no estuviera Berja, en dicha dificilísima ocasión, a la altura de su antigua historia religiosa mariana. Pero al momento se reacciona y nadie pensó más que en no escatimar trabajo ni sacrifico alguno, a fin de que resultaran los virgitanos de hoy, dignos descendientes de aquellos que, en la ermita de la sierra, tuvieron el centro de sus amores.
El público se multiplica. Las camareras, ayudadas por un grupo de entusiastas, preparan la destrozada Parroquia, y de la nada surge un maravilloso altar.
Y alfombras, cortinas, candelabros, luces, flores, cuadros, todo en breves horas es dispuesto y preparado.
Ensayan las cantoras, límpianse las calles, el Ayuntamiento encarga sus fuegos de artificio, la Hermandad, de casa en casa, pide para la Virgen, y en pocos momentos, no obstante la penuria general, se reúnen dos mil sesenta y cuatro pesetas con noventa y cinco céntimos. Todos quieren que la Virgen permanezca en el pueblo el mayor tiempo posible para rendirle culto y se concreta al fin, que esté en la Parroquia hasta el domingo uno de Octubre.
Y amaneció el ansiado día. Aunque se fija la hora de las cuatro de la tarde, a las dos, los alrededores de la Iglesia de Benejí están repletos. La Hermandad reparte gratuitamente velas y, no obstante su abundancia, hay que dividirlas en trozos para contentar a todos.
Acude la Falange con sus jerarquías, y a las cinco llegan las Autoridades. En el interior de la Iglesia se hallan las andas preparadas; las camareras esperan impacientes. Pasan los minutos, que se antojan siglos.
La muchedumbre es inmensa. ¿Cómo organizar la procesión?. Pero los organizadores saben de la palabra mágica para organizar: Por la Virgen.
A lo lejos se divisa un automóvil; llega rápidamente y se detiene. En su interior, acompañando a la Imagen, los sacerdotes don Francisco González López; don Diego Cara Prados, D. Fausto de la Chica Jiménez, Don Fausto Sánchez Torres y el Reverendo Padre Saravia, Rector del Santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de Granada.
Se baja con mil cuidados a la cubierta imagen y se pasa a la Iglesia, que se cierra. Todo se convierte en espera adelante.
Al cabo, se abre la puerta. Aparece la cruz parroquial; el clero ocupa su puesto. Avanzan lentamente las andas. Se doblan rodillas, se bajan las frentes, se enturbian los ojos. El silencio se hace completo.
Ya la Imagen divina se muestra a todos, y un ¡Viva la Virgen de Gádor! clamoroso, entusiasta, que sale de todas las almas y con fuerza expansiva de todos los corazones, rodea y acaricia a la Imagen en oración de fervor y juramento de entrega y fidelidad.
Se organiza la interminable fila de devotos. La junta de la Hermandad, ayudada eficazmente en este, como en los demás actos por don Rafael Gómez Pavón, bien pronto consigue el orden y la marcha.
La carretera en recta, ofrece aspecto impresionante. Detrás de la Imagen el Clero, Autoridades y las apretadas filas de Falange y Organizaciones Juveniles con sus jerarquías. Desfila lentamente la procesión. Apenas inician su marcha las andas y ya la Cruz llega al pueblo, distante dos kilómetros.
Suenan cánticos, se musitan oraciones y un constante renovar de devotos que quieren sentir sobre sus hombros el dulce peso… y todos miran con ansia a la nueva Imagen. Y todos lo observan: es más blanca que la otra… No es más blanca, es que está más pálida. Y está más pálida porque llora.
Allá en lo alto de las andas todo lo ve y todo lo recuenta. Va mirando lentamente, con su mirada quieta y ve hogares deshechos, corazones rotos, vidas truncadas, hijos suyos que quedaron para siempre prendidos en el camino del martirio, como rosa de pasión… y la destruida Iglesia de su Hijo… y su Casa profanada.
La Madre vuelve al hogar y lo encuentra más vacío que lo dejó. Está más pálida porque llora y sus ojos parecen enturbiarse y de sus labios parecen brotar las palabras del Profeta “¡Oh, vosotros, los que transitáis por el camino de la vida, atended y considerad si hay dolor semejante a mi dolor!.
Y por eso la procesión más concurrida que registra la historia de Berja lleva en sí devoción profunda, orden incomparable, silencio y oración de soledad, porque a la gran mayoría de sus devotos, en el rosario de los amores de su vida, les faltan perlas y en el camino del martirio prendieron su rosa de pasión.
Avanza ya la comitiva por las calles del pueblo; entra en la Parroquia en filas apretadas. La Virgen llega a la Plaza y la saludan repiques de campanas, estruendo de tracas y cohetes, redoble de cornetas y tambores.
Ya la Iglesia está llena, el altar iluminado. Entra la Virgen y un alzar de brazos entusiasmados, un conjunto espléndido de vivas atronadores la acogen.
Avanza difícilmente, llega la Presbiterio y se vuelve al pueblo. Parece sonreír. En el camino lloró como Madre y en aquel momento se alegra como Reina.
Sube al Púlpito el Padre Saravia y pronuncia unas palabras. La Capilla entona la Salve, se canta el Himno de la Virgen y finaliza uno de los días más profundamente religiosos que ha vivido el pueblo de Berja.
En el día de la llegada de la nueva Imagen, eran autoridades en este pueblo Don Pedro Salmerón Sevilla, Alcalde Presidente de su Ayuntamiento; Don Luis Molina Megía, Cura Regente de su Parroquia; Don Francisco Ibarra Sánchez, Juez de Primera Instancia accidental; Jefe Local de F.E.T y de las J.O.N.S, Don José Mariano Ibarra Sánchez; Don Rafael Gómez Pavón, Registrador de la Propiedad; Notarios don Lorenzo Valverde Plaza y el que autoriza este acta.
Constituyen la Junta Organizadora de la Hermandad de la Virgen, Don Aquilino Godoy Ibarra, Hermano Mayor; Don Gabriel González Lupión, Secretario; Don Antonio Joya Godoy, Tesorero; y Don Manuel Verde González y el que autoriza, Vocales.
Son Camareras de la Virgen las Señoras Doña María Gil, Doña Isabel Álava, Dª Adoración Ríos y Dª Gádor Álvarez.
Al día siguiente comienza el solemne septenario. Lo predican el Reverendo Padre Saravia, la función del primer día y por la noche los señores Don Francisco González López; D. Fausto de la Chica Jiménez y Don Miguel Fernández Rodríguez.
El último día hubo misa de comunión general, acercándose al comulgatorio cerca de seiscientas personas. La misa solemne de dicho día fue oficiada por Don Fausto Sánchez Torres, como celebrante y como Diácono y Subdiácono, respectivamente, Don Luis Molina Megía y don Miguel Fernández Rodríguez, Cura Regente y Coadjutor de la Parroquia, predicando en la misma el Sr. Molina Megía.
Los cantos estuvieron encomendados a una capilla venida de Almería para el primero y el último día; las restantes noches los hicieron las señoritas Ana Martín Criado, Visitación Godoy Verde, Gádor Villalobos Torres, Ángeles Medina Medina, Piedad Salmerón Roda, Consuelo González Lupión, Piedad González Lupión, Braulia Payán Navarro, Piedad Lupión Lucas, Trinidad Sánchez Sierra, Luisa González Jiménez, Beatriz Ramírez, Ana Márquez Rincón y Visitación Torres Godoy.
Al llegar la Imagen vestía un traje grana, que lució varios días del septenario; luego fue vestida de blanco y después de celeste, cuyo traje llevó para la Ermita.
Tenía, al venir, alhajas propias aumentadas por los donativos durante los cultos. Así lo muestra esta relación:
Joyas que fueron colocadas a la Imagen por el Sr. Magistral de Granada D. Francisco González López: “Un rostrillo de oro que tiene en su parte superior cinco perlas, dos brillantes y otros alrededor de la perla central; parte inferior tres brillantes; partes laterales, dos brillantes cada una con dos palmeras de brillantes que los unen.
Un peto de oro que tiene incrustados: una cruz con piedra y ramito, tres monedas de oro, cinco broches de pecho, siete colgantes, dos pequeñas rositas y sin incrustar un alfiler con cinco brillantes.
Rosario de oro, cuatro alfileres de oro, dos en formas de paloma y dos en forma de rosa; una cadena con reloj, un ajustador, un anillo con piedrecitas, escudo en oro de Berja para el Niño Jesús, corona y cetro de la Virgen, en plata sobredorada, media luna en plata sobredorada con estrellas en punta e inicial y un colgante de pecho con piedras.
Las coronas de la Virgen y el Niño son donativos de Doña Soledad González Vázquez, viuda de Lupión y han sido hechas por el joyero Don José Calero, de la Cuesta de Gomérez, 37, Granada.
Los cetros de la Virgen y el Niño y la Medialuna donativo de la Srta. Dolores Faura. El cetro, medialuna y alfileres han sido hechos por el mismo joyero y el rostrillo en los talleres de la Joyería La Purísima de Granada.
Y las restantes joyas son donativos de las siguientes personas: Dª Asunción Enríquez, una pulsera con brillantes y perlas, una sortija con un solitario un reloj de oro; Don Francisco Villalobos Gutiérrez, sortija de oro; Dª María Enríquez pulsera y reloj de oro, medalla de San José, pendientes con brillante, alfiler de corbata, dos aros de oro, dos alfileres de pecho con perlas, un pendiente, una pulsera, una sortija con dos brillantes, un colgante y una sortija con dos piedra; Dª Ana Estévez de Faura, dos pares de pendientes, dos alfileres de pecho, un aro y un rosario de plata sobredorada; Dª Gádor Godoy, un ajustador; y Srtas. González Méndez, de Granada, cadena de plata sobredorada.
Dichas alhajas, muchas fueron empleadas en elaborar el rostrillo y el peto. Las tres monedas de oro incrustadas en este son dos de Doña Mercedes Joya y la otra de la Srta. Julia Villalobos.
Y las Sras. Camareras recibieron para la Sagrada Imagen: del Sr. Cura Párroco, cadena de oro con cruz, cadena con medalla de la Purísima, medallón con esmalte y una cruz; un anillo con tres perlas de Magdalena Manrique; un dije pequeño de Gádor Álvarez; un alfiler de corbata con un brillante de Piedad Salmerón; una cadena con medalla de Encarnación Manrique; cordón de oro con medallón y rosario de perlitas y oro de Mercedes Joya; dos medallones con piedras de Luisa Sánchez; medallón con cadena y ramos con perlitas y brillantitos de Jerónimo Villalobos; moneda de oro de Piedad Roda; cordón de oro con colgantes y una cruz de Soledad González Rodríguez; cadena de reloj con colgante y cordón de perlas con cruz de Angustias Chacón; medallón de Isabel Álava; anillo y cruz de Visita Godoy; medallón de Eloisa Pérez Vázquez; ajustador y unos pendientes de Dolores Vázquez y dos rosas de Gádor Godoy; una cruz de oro con ramito y perlitas de Dolores Roda Roda y un alfiler de pecho con brillante y brillantito de Martirio Roda Roda.
Terminados los cultos, el domingo, día uno de Octubre a las tres de la tarde, se inicia la marcha procesional hacia la ermita, igualmente ordenada y numerosa que la primera. Cubren la carrera Organizaciones Juveniles que, con la Falange siguen y cierran la marcha.
Ni una sola persona en todo el largo trayecto abandona la procesión que bien de noche llega a la Ermita y es recibida con tracas y cohetes que iluminan fantásticamente el campo.
La explanada del Sacrificio, atestada de entusiastas devotos es dicha noche Explanada del Triunfo y la pequeña y destrozada Iglesia rebosa de fieles.
Un ¡Viva! ensordecedor como pronunciado por una sola persona recibe a la Patrona en su Casa Solariega, se coloca en un pequeño altar y con impresionante silencio se oye la Salve.
Nuevamente vuelve el entusiasmo y los vítores no cesan. Nadie quiere irse, nadie quiere dejar a la Madre y hasta altas horas de la noche la acompañan.
Y con ello termino la presente acta. Previa invitación son testigos de la misma Don José Salmerón y Pellón; Don Antonio Gutiérrez Ibarra; Don Pedro Megía Oliver y don Lorenzo Villalobos Torres.
Va extendida en seis pliegos de clase octava y serie B, números tres millones treinta y nueve mil setecientos noventa y uno y sus siguientes correlativos e incluida en una carpeta que dibuja don Miguel Salmerón y Pellón.
La leo en alta voz y todos muestran su conformidad y firman conmigo, dando yo fe de cuanto en ella consigno, habiendo procurado reflejar no el hecho escueto sino el más real y positivo del entusiasmo y fervor de un pueblo por su Virgen.
En Honor de Esta la escribo y por devoción, mientras aliente publicaré sus alabanzas.
FIRMADO: PEDRO SALMERON SEVILLA.= ISABEL ALAVA.= LUIS MOLINA MEGIA.= AQUILINO GODOY IBARRA.= JOSE SALMERON PELLON.= ANTONIO GUTIERREZ IBARRA.= LORENZO VILLALOBOS TORRES.= MIGUEL FERNANDEZ RODRIGUEZ.= PEDRO MEGIA.
SIGNADO: MANUEL GARCIA DEL OLMO. FIRMADO Y RUBRICADO.


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